“Yo nací en el 1920 .Cuando tenía 16 años mi padre quería que fuese  arquitecto, cosa que a mí me gustaba, pero vino la ruina de la familia y tuve que conformarme con una cosa más barata: Bellas Artes.

El hambre me llevó rápido por ahí y rápido estaba ganándome la vida como pintor pero me di cuenta de que ese no era mi camino y por el año 49 me metí el de la cerámica, en el que también encontré más fracasos que éxitos.

Me estaba ganando la vida como pintor, pero me di cuenta de que ese no era mi camino y, por el año 49, me metí en el de la cerámica.

En el año 55 fui a América para mejorar mi condición como ceramista, también por conectar con muchos de los exiliados políticos de los que nos llegaban noticias. Alguno de ellos los había conocido antes de la guerra en el taller de mi padre; uno de ellos Luis Seoane, era el que más me interesaba y con el que ya venía colaborando en su  revista Galicia Emigrante.

En el año 55, fui a América para mejorar mi condición como ceramista, también por conectar con muchos de los exiliados políticos.

Pero a otros también los había conocido antes de la guerra: Blanco Amor, Rafael Dieste, Loís Tobío, Arturo Cuadrado… que junto con otros más reunían una presa de exiliados que sabían muy bien lo que había que hacer cuando volviesen a la tierra. Seoane y yo tomamos  buena nota, y así nació El Laboratorio de Formas que pondría en marcha muchas de esas ideas. Excepto esta  comunión con Luis Seoane allá van media docena de fracasos en mi vida.

Con independencia de la pintura, los dibujos los carteles de ciego y de ese conjunto de tintas conocido por “Xentes…”, obras que me pertenecen como autor de ellas, va un estudio sobre los fracasos que tuve en mi vida, lo que pueda ayudar a conocer a un hombre de 90 años que no paró de trabajar y que justifican esta última exposición de mi vida que coincide con los mismos propósitos de apoyo por el gobierno gallego.

Por el año 1980, para el número 41 de la serie “Documentos” de Ediciós do Castro, escribí un libro recordando hechos que viví. En la contratapa dónde en general se hacen reconsideraciones del contenido del libro, estas eran sobre todo de su autor. Los méritos que yo contaba en este librito no eran míos sino del acontecer histórico. Así dedique esta tapa a descubrir los procesos negativos que me rodearon desde que nací en la casa de la Tumbona.

Por el año 1980, para el número 41 de la serie “Documentos”, de Ediciós do Castro, escribí un libro recordando hechos que yo viví.

Antes de la publicación del libro, fue leído, por lo menos, por mi querido y malogrado amigo, el arquitecto Carlos Meijide, quién llamó para decirme: “Así que no tienes reconocimientos a tu labor? Pues la Xunta - él tenía algún cargo en ella - te acaba de conceder un importante premio, y los reconocimientos no te van a faltar en el futuro”. A partir de ese momento, como una premonición, me empezaron a llover premios y reconocimientos de todo tipo. Algunos como el que se le ocurrió a mi querido y admirado amigo Ramón Villares, siendo rector de la Universidad Compostelana: nada menos que para hacerme Doctor Honoris Causa; eso sí que me llenaba de orgullo. Y en el año siguiente otro querido y admirado amigo, Rector de la Universidad de la Coruña, José María Barja, quiso no ser menos que la Universidad Compostelana y me hizo también, como ella Doctor Honoris Causa.

Los reconocimientos que me hacían y los premios que me daban empezaban a remover a mi conciencia, sospechando que la mayor parte de los méritos no eran míos.

Los reconocimientos que me hacían y los premios que me daban, empezaron a remover mi conciencia, sospechando que la mayor parte de los méritos no eran míos, sino que venían transmitidos a través de la importante obra de Sargadelos, de la que la gente admiraba la labor, el talento y los conocimientos acumulados por Luis Seoane, lo que en mi conciencia era un nuevo fracaso. Seoane ya dejará de pertenecer a este mundo y yo atendiendo al significado de Laboratorio de Formas,recibía reconocimientos, que en su mayor parte no me pertenecían.

Yo quería colaborar con amigos y con gente normal que aportaron su normalidad, pero también fracasé, pues lo que asociaba con este pensamiento, me montaron por el año 70 un pleito por aquello de “mis méritos...”. Un pleito, digo, que duró 10 años y del que fui condenado por lo que dije al fiscal, que me costó un montoncito de pesetas, aunque el pleito acabó porque estaba mal planteado.

Yo seguía viviendo de la cerámica, pero mi intención era sumarle algo.

Se me ocurrió recordar a unos ciegos que, con unos carteles dibujados con la secuencia de los crímenes que ellos cantaban en las ferias de los jóvenes en Santa Susana, me sirvieron de inspiración para hacer unos cuantos carteles de ciego; pero al mismo tiempo, estudié hacer un robot que los cantaba, movía la boca, tocaba el violín y tenía un sistema que iba iluminando los cuadros que iba cantando. El Robot funcionaba.

En la Feria industrial de Ferrol a la que acudíamos todos los años con mucha estima, hubo un año en el que hacíamos las pruebas del robot en Sargadelos, y enterado del proyecto el director de la Feria, se le ocurrió montar todo un espectáculo en un galpón que montará el INI y que este año no lo utilizaba: el robot estaría en el centro de la sala mientras la cerámica, en sus vitrinas, quedaba por las paredes. Esto nos empezó a preocupar, ya que los carteles tenían un cierto sentido político, criticando aquellas chapuzas del régimen que salían bien caras, y no fuera a ser que las autoridades del régimen se viesen retratadas en los carteles de ciego y tomaran represalias. Llegó el día de la inauguración de la Feria y allí estaban, en el pabellón del INI, viendo los carteles de ciego, no sé cuántos almirantes presididos por el ministro de la Marina. Vieron con atención al robot funcionando y al final le dedicaron un gran aplauso y el director de la Feria quiso que los ministros y otros más me reconocieran. Estas cosas representaban otro fracaso, ya que los carteles de ciego no lograban comunicar su sentido crítico. El Laboratorio de Formas tenía mucho de creación constructiva universal, pero también de filosofía de nuestra existencia con una cultura que venía de lejos y que podía servir al mundo con ejemplo de nuestra historia y de su carácter.

En 1963 se produjo la primera manifestación del Laboratorio con la creación de Ediciós do Castro.

En 1963 se produjo la primera manifestación del Laboratorio con la creación de Ediciós do Castro. Enseguida se creó la Sociedad Cerámica de Sargadelos S.L., que iba a recuperar de alguna manera la idea de Antonio Raimundo Ibáñez en la comarca de Sargadelos. No perdimos el tiempo en encargarle el proyecto al arquitecto Andrés Fernández - Albalat y concibió la planta circular y que por entonces ya formaba parte con nosotros de Laboratorio.

La colaboración con Luis Seoane fue algo excepcional.

La colaboración con Luis Seoane fue algo excepcional, las primeras piezas que hizo el nuevo Sargadelos fueron concebidas por él. Primero hizo una paloma para guardar hierba de enamorar de San Andrés de Teixido, pero lo que fue verdaderamente genial fueron las 18 jarras representando a otros tantos personajes medievales gallegos a partir de Prisciliano, decapitado en la Puerta de Nigrán de Treveris por heresiarca. A nadie se nos ocurrió hacer algo con una idea tan excepcional que llevaba impresa la sabiduría y el amor que Seoane le tenía a Galicia. Aquello marcaba el significado que Sargadelos debía en su desarrollo.

En el año 1970 se inauguraba el Museo Gallego de Arte Contemporáneo Carlos Maside, idea de Seoane, como tantas otras cosas.

En el año 1970 se inauguraba el Museo Gallego de Arte Contemporáneo Carlos Maside, idea de Seoane como tantas otras cosas. También se inauguraba en este año la planta circular de Sargadelos con un congreso de diseño industrial. Vinieron arquitectos y diseñadores de muchas partes. Todos alardeaban de los méritos técnicos a los que se había llegado con esto de las computadoras, que con su perfección en el trabajo, iban a hacer innecesario al diseñador. Luis Seoane, como siempre, tuvo una intervención discreta, pero genial; después de describir los conocimientos que él tenía de América de esos aparatos, el lápiz luz, etcétera, habló de la perfección con la que trabajaba en esas máquinas que no se equivocaba nunca, pero él le veía un inconveniente para la creación porque las equivocaciones y las dudas fueron las que hicieron progresar a la humanidad y esas virtudes eran las que no tenían estás computadoras.

Con 69 años Seoane moría en el año 1979. Yo aún tenía que vivir cerca de 30 años más, sosteniendo el grupo de empresas que habíamos creado.

Con 69 años Seoane moría en el año 1979. Yo aún tenía que vivir cerca de 30 años más, sosteniendo el grupo de empresas que se creara.

Cierto que mi función además de hacer alguna cosita y dibujos, era la de templagaitas y limpiamierdas, cosa que abunda en las empresas.

Intenté ser lo más fiel a Luis Seoane, y ser más generoso con la gente que trabajaba de acuerdo con su responsabilidad.

Intenté ser lo más fiel a Luis Seoane, y ser más generoso con la gente que trabajaba de acuerdo con su responsabilidad. Pero esto no fue entendido por todos. Algunos, aprovechando la generosidad que Seoane me enseñará tener, en el año 2006 provocaron la situación en la que hoy se encuentra el complejo de Sargadelos y que representó el más importante y definitivo fracaso de mi vida, pues nos quedamos absolutamente arruinados ya que no volví a recibir una peseta de Sargadelos. Y para poder vivir en estos 4 años tuvimos que vender muchas cosas, entre ellas el piso que teníamos en Madrid, que en su día sirvió para recoger a los exiliados regresados y que guardaba historias importantes, entre ellas la muerte de Lorenzo Varela. Historias que están sin estudiar aunque allí quedaron los documentos.

Como los fracasos no se pueden exponer en una sala, decidí exponer estas pinturas que fueron quedando. La última que pinté fue en el año 70, con algunos carteles de ciego, porque me sobraba tiempo mientras se constituía y organizaba la planta circular de Sargadelos.

Hace 40 años que yo no he vuelto a coger un pincel.

Espero que de alguna manera refleje lo que pasaba por mi cabeza, teniendo en cuenta que hace 40 años que yo no he vuelto a coger un pincel, y que por el medio muchos fracasos me esperaban para hacerse definitivos en mi existencia”.

En Isaac Díaz Pardo: Pinturas e fracasos (catálogo de la exposición con el mismo título, colgada en la Casa da Parra en marzo y abril de 2011, en Santiago de Compostela). Lorenzo José Lorenzo , Daniel Suanzes-Carpegna Varela, César Antonio Molina, Ramón Paz Villares. Consellería de Cultura y Turismo, Dirección General del Libro, Bibliotecas y Archivos, 2011, Santiago de Compostela.